Eulate

El vicealmirante norteamericano Robley D. Evans cuenta así la llegada al Iowa de don Antonio Eulate y Fery, después de agotar heroicamente la capacidad combativa del crucero Vizcaya, que mandó en el triste episodio de Santiago de Cuba, ocasión en la que el marino ferrolano había recibido tres heridas:

Su llegada a bordo me produjo una impresión que no olvidaré jamás. Había vertido mucha sangre y sobre su cabeza traía un pañuelo empapado en ella. Todos los oficiales y marineros se apresuraban a darle la bienvenida. Eulate, poco a poco, se incorporó, saludando con gran dignidad, desprendió su sable del cinto, llevó su guarnición a la altura de los labios, lo besó reverentemente, y con los ojos llenos de lágrimas me lo entregó. Tan hermoso acto jamás se borrará de mi memoria. Apreté la mano de aquel valiente español y no acepté su sable. Entonces un sonoro y prolongado ¡hurra! salió de toda la dotación del Iowa, interpretando mis sentimientos.

A. L.

(De la R.G.M. de abril de 1973)