La Gran Armada contra Inglaterra de 1588 despertó las más ilusionadas esperanzas entre vasallos, deudos y aliados de Felipe II. El cardenal-archiduque Alberto, virrey de Portugal, que tanto había contribuido a los preparativos de Lisboa, seguía con especial interés los acontecimientos desde que hubo zarpado la flota. En septiembre aún no se tenían noticias fidedignas en su jurisdicción de la suerte que pudiera haber corrido la Armada, por lo que escribe al Rey maravillándose del hecho, ya que "parescía encanto el no saberse del armada" y recabando alguna información. Felipe II, por toda respuesta, le remite una copia del informe, que acaba de recibir del duque de Medina Sidonia, con todos los pormenores de la infausta jornada; una esquelita de propia mano del Rey, como escrito de remisión, rezaba así: "Por la relación que va con esta, que me invio el Duque de Medina, vereis en que paró el encanto. Dios os guarde."
Eso al menos relata Cabrera de Córdoba...
H.O.D.
(De la R.G.M. de julio de 1988)