De las virtudes que adornaban a Carlos III, ya no como gobernante, sino como hombre, dicen bastante estas líneas escritas al prior de El Escorial cuando la muerte rondaba al gran monarca hispano:
Padre prior, gracias a Dios, yo no he conocido nunca más mujer que la que Dios me dio; a ésta la amé y estimé como dada por Dios, y después que ella murió me parece que no he faltado a la castidad, aun en cosa leve, con pleno conocimiento.
A. L.
(De la R.G.M. de abril de 1973)